Todos habréis conocido en vuestra juventud o en vustera
vejez que es cuando también se da cuenta de estas cosas,
una mujer delgada, pero robusta, fea, pero inteligente,
simpatiquísima, pero llena de coqueterias y de caprichos.
Seguramente que si frecuentásteis su trato fuísteis
víctima de su frivolidad y de sus encantos.
Pues este tipo de mujer es María de la O; además es rica.
Me la presentaron hace meses en un baile de sociedad que
se celebraba en San Francisco, cerca del Golden Gate,
donde el paisaje está hecho con árboles y flores,
donde siempre hay automóviles y el asfalto de las
calles parece bruñido y hay músicas y perfumes.
Estas fiesta mundanas no suelen producir en los pobres
que, alguna vez, por allí transitan, un dolor exagerado
y mórbico, sino cierto consuelo.
María de la O pasa las noches de invierno en un salón de
su casa tapizada de ORO estilo Imperio.
María de la O recibe la visita de un joven aristocrático
muy querido por su carácter y p•r su talento y a quien
los padres
(Ignacio y Luz) de María de la O mimam, pues esperan
casarle con su hija; esta hace que le desprecie
y hace que le odie.
La otra noche cuando Jesús llegó, María de la O estaba
tocando el piano; apenas si le tendió la mano con
amabilidad y prosiguió muy seria interpretando a Chopin,
su músico favorito, sin invitarle a que se sentara.
El murmuró respetuosamente una frase de cortesía y de
admiración y María de la O se levantó brusca diciendo que no admitía
tonterias de nadie, Jesús, disimulando su humillación,
se fué.
Los padres de María de la O, que habían obserbado lo
sucedido, reprendieron a la muchacha diciéndole que
Jesús era un caballero que la amaba y que ella era una
señorita muy mal educada que debía corresponderle.
Ya con anterioridad María de la O puso en su cuarto por no
poder colocarlas en el santuario de su alma las rosas rojas
con una flor blanca al centro que le había mandado Jesús.
Ya había preparado la ropa de su hermanito Gonzalo
para que al día siguiente fuera de paseo con Jesús que
iba a venir a buscarle.
Jesús llevó a Gonzalo al cinematógrafo "Del Bosque",
le compró muchos juguetes y muchos dulces, le promeío
cuando fuera mayor un reloj de oro y una bicicleta.
Gonzalo al correr de los días adoraba a Jesús; veía
en él a uno de sus mejores amigos.
Jesús le contaba cuentos de hadas; le leía aventuras
de conquistadores donde las fieras hacían estragos;
le construía aeroplanos y ejércitos...
Un día el pequeño supo que su gran amigo quería mucho a
su hermana María de la O, pero que ésta le hacía sufrir mucho.
Aquel día Gonzalo le dijo a uno de sus criado que fuera
a casa de Jesús a comunicarle que viniera inmediatamente
de parte de la señorita María de la O; cuando
Jesús llegó, María de la O lo puso en ridículo
echándole en cara que ella no le había llamado.
Se averiguó lo ocurrido y María de la O le dió un
azote a Gonzalo, mientras que Jesús le regalaba una
caja de bombones.
Desde entonces comprendiendo Jesús su situación
dejó de frecuentar la casa de María de la O; muy pronto
echó ella de menos sus atenciones y empezó a caer en la
cuenta de cómo le amaba.
Recordó las palabras de Jesús, quien con frecuencia le decía
que nunca había adorado así a una mujer, que vivía
solo en el mundo, que sus caracteres debían comprenetarse
y sus almas unirse.
Por aquella época María de la O conoció a otros jóvenes de
mejor posición económica que Jesús, pero muy inferiores
a él en distinción, en sentimientos y en espiritualidad.
Ninguno era tan galante con Maria de la O como Jesús; ninguno le escribía
con tanta gracia y donosura; ninguno le enviaba regalos
tan delicados; ninguno adivinaba su pensamiento
y realizaba sus secretos atractivos.
Sólo él sabía mirarla, entenderla;
contradecirla en todo para en todo
considerarla superior, dándola hasta las
horas de su imagen llenas;
nadie más que él era capaz de conseguir
su amor a costa de tantos sacrificios.
¿ Por qué había sido con él tan coqueta,
tan caprichosa, tan frívola, tan injusta ?
Su corazón latía con violenciaante aquellos
recuerdo que su mente evocaba con cierta
tranquilidad, con la tranquilidad de una
conciencia después de un crimen.
Nerviosa, pálida, María de la O se fué al
teléfono; llamó a Jesús que estaba en su despacho,
que a su vez estaba dentro de su casa;
su secretaria le advirtió que era la señorita
maría de la O.
---Dile que no estoy--- gritó Jesús riendo.
---¿ Cómo ---respondio María de la O---si me consta que
hace dos días que no sale de su casa ?
Maria de la O se desesperaba.
---Adviértela ---replicó Jesús--- que sí estoy, pero que no
tengo tiempo de atenderla.
María de la O tiró el tubo y se echo a llorar de rabia.
Aquella noche Jesús tenía que ir a un palco en el Teatro
donde representaban "Boheme"; Jesús maldecía a Puccini,
pero no podía evadirse del compromiso porque le había
invitado un íntimo amigo suyo.
Frente al palco de Jesús apareció en el primer entreacto
María de la O, tomando a la cuñada de Mario por una
rival.
María de la O le escribió pidiéndole prontas y
catégoricas explicaciones, pero no obtuvo respuesta.
Jesús, para cerciorarse del amor de María de la O inventó
una ingeniosa estratagema; una tarde se presentó en casa
de María de la O en traje de viaje; le dijo que partía
para Houston y que de allí se iría a Europa.
María de la O permanecía sentada, leyendo y
tomando una taza de té, hablaron poco, se estrecharon
la mano; el partío, en la esquina del jardín
él esperaba que alguien le llamara.
María de la O no sabía lo que hacer para que Jesús,
volviera; maquinalmente, llena de angustia se sentó
junto al "secretarie" donde Jesús había olvidado,
premeditadamente, sus lentes; los tomó entre sus manos,
los estrechó contra su pecho, los besó.
En aquel momento, Jesús entraba otra vez, sonriente;
María de la O al verse sorprendida, quiso confesar
su nobleza, pedir perdón, pero la detuvo la vista
inoportuna de su amiga Marcela.
Durante la visita María de la O ardía en deseos de
retener a Jesús, de recobrarle; él, tranquilo, victorioso,
desapareció en silencio y el viaje que había pensado
como una broma lo pensó con detención y se
realizó a realizarlo.
Ya no le interesaba María de la O, la juzgaba
insignificante, inferior, vulgar.
Además ya se había aburrido de María de la O y ya la había
domado; visitaría primero Francia, luego Italia,
luego Alemania, patria sagrada de sus dioses ;
BEETHOVEN, MOZART, WAGNER y BRAHMS; iría hasta
Egipto, y así lo hizo.
María de la O sabe que ya no volverá a verle;
de vez en cuando todavía le queda una esperanza :
ES UN SUEÑO IMPOSIBLE.
Autor : J. E. Baranda Icaza.
Ultima modificación:
14 de Febrero de 1955.
TEPIC, NAYARIT, MEXICO.