Dibujo

    ANTE  LA  TUMBA DE  UN  MAESTRO   

Maestro, escucha un momento mis palabras
has a un lado el gis que te agiganta
cierra el libro con el cual nos hablas
y escucha, maestro.

Estas manos que antes eran vanas,
no sabían de escuelas, no sabían de aulas
ignoraban todo, eran sólo humanas
que a puros reflejos se desarrollaban.

Contar a retazos, sumando los dedos.

¡ Ah mis pobres manos que tanto sufrieron
antes de tu estancia, querido maestro !
cuando ninguna escuela había por el pueblo.

Y llegaste tú, a enseñar, sediento
de ciencia, nosotros viviamos hambrientos,
nos diste tu mente, nosotros los cuerpos
y luchamos juntos a un mismo tiempo.

Y la noche obscura que antes era eterna,
se volvío man˜ana, risa, primavera;
hiciste el milagro, prendiste la hogera
que ilumina al hombre en su ardua tarea.

¿ Cómo agradecerte amigo maestro
todos éstos años tus miles de esfuerzos,
tu vasta ternura, tus dias de desvelo,
tu noble paciencia, tus sabios consejos ?

Me faltan palabras, me sobre el aliento
para dedicarte un bello recuerdo
que vaya en mi pecho y en mi pensamiento,
que me guie en la vida en todo momento.

Ahora estas aquí, frente a mí, en silencio,
tal vez meditando que cambian los tiempos,
que avanza la ciencia, también sus secretos,
que nosotros mismos estamos creciendo.

Pero estas aquí, solo aquí y no dices nada;
tu voz que en el mundo es oda sagrada,
ha quedado escueta, tranquila, callada,
sin pedir aplausos, ni gloria, ni fama.

S&ioacute;lo un epitafio recuerda tu nombre,
una tumba sola y una cruz más pobre,
un recuerdo magro de aquellos menores
que bajo tus manos hoy se hicieron hombres.

Que triste, maestro, me aprisiona el alma
de ver esta tumba rodeada de calma,
pero sola, sin voces de niños que a gritos te llaman;
los pueblos sin aulas ya no te reclaman.

Que ingrato es el pago de la especie humana
en todos los pueblos y en todas las razas,
hoy te vitorean si les haces falta;
mañana, si mueres, ya nadie te extraña.

¿ Dónde están los padres de los hijos ?
( ¡ Los que guiaste ! )
los que bebieron agua de tu ciencia hasta saciarse,
a aquellos que de la ignorancia los sacaste;
no han podido o no han querido recordarte.

Tú, que en vida hiciste jardines de flores,
legaste tu vida sin premios, ni honores,
quedaste hecho nada, ignorado pobre,
cubierto de tierra, que tu cuerpo absorbe.

Solo una flor marchita es la ofrenda
y una cruz olvidada y macilenta.

¡ Por tanto tributo que cobró la tierra
que poco fue el triunfo que obtuvo la escuela;
aquí estas maestro, rodeado de olvido,
venero de ciencia que yaces tendido
cual faro radiante que hubieran destruido;
héroe sin medalla, gigante dormido.

¿ ¡ Dónde están los que guiaste ! ?   ¡ Yo pregunto !
grito sin respuesta, se han quedado mudos,
los rostros impavidos, los cuerpos enjutos;
ni una sola frase se escucha en el mundo.

Y tu vos, ésa voz que recorrió la sierra,
la costa y el bosque, cual grito de guerra,
impregnada en los vientos, volviéndose eterna,
llevando el mensaje de toda la ciencia...

Esa vos, maestro, que nadie recuerda,
se queda cntigo, al morir te la llevas;
pero cuando alguien grite :

¿ Dónde está el maestro, ¡ El Héroe sin bandera !

Con orgullo inmenso y con voz serena
"Lo tengo en mi espíritu", ¡ nos dirá la escuela !
"Lo tengo en mi seno", ¡ gritará la tierra !


Autor : Prof. Fidencio Escamilla.


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Ultima modificación: Sábado 15 de Mayo 1999.

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